15 de septiembre de 2007

El Chino Muerte

No suelo comer los menú de la cafetería del periódico (mentira verdadera) porque siempre traigo una rica comida que mi esposa me manda en el ya clásico pyrex de Plaza Vea. Hay que ahorrar. Esa es la consigna. Además, la comida de la cafetería más parece (a veces) líquido de frenos y barro caliente. Sí, suena feo, huele feo, pero así es. Por eso mis amigos, especialmente los fines de semana, suelen salir disparados a La Pinta, un restaurante de pescados y mariscos ubicado a la vuelta de la esquina de El Comercio, justo cuando dan la una de la tarde.

En La Pinta sirven bien, rico y caro. Pero yo siempre llevo mi pyrex aunque mis compañeros digan que les da roche. Comida es comida, señores, sea en plato o en táper. Ese es el ritual de los sábados y de algunos domingos.

Sin embargo, ayer Miguel ("¡Nosferatuuuu!"), Jaime (Lombardi), Pedro (el partidor), Germán (loro seco), Ahmed (el turco) y Elkin (el mudo) se mandaron mudar en viernes a la hora de almuerzo. ¡Vamos donde el Chino Muerte! Ese fue el grito de guerra. Todo porque Elkin dijo que la sopa del miércoles en la cafetería más parecía un pantano que un licuado de verduras. Y yo le creo.

Así que sin pensarlo dos veces subí a la cafeta para calentar mi comida en el microondas y salir con ellos rumbo a la cita con el destino comensal, que para mí era todo un misterio. Cuando bajé ya no estaban. El hambre les había ganado. Llamé a Miguel por celular y me dijo que vaya por la calle de Perú 21 y me plante en la esquina del ex Banco Wiese. Así lo hice y fue Jaime el que me llamó a viva voz. Crucé la pista en Carabaya y... ¡oh! sorpresa. El Chino Muerte, mejor dicho, su local, era, es, un huarique.

Es un ambiente de cuatro metros por diez, no más, con las fuentes de comida metidas en una nave central de dos y medio por seis, quizá más. Para variar, todos consiguieron sitio en las barras que flanquean a las fuentes, menos yo. Así que tuve que decirle al Chino Muerte, un tipo que parecía tener la cara de piedra, si podía comer de pie mi comida calientita y, hasta ese momento, tapadita. Por las dudas le pedí una ocopa y un vaso de chicha morada. Y claro, con eso, me dijo que sí.

Ese Chino Muerte no para. Me senté a los cuatro minutos de empezar a comer porque la gente entra y sale. Se devoran en un dos por tres su plato de cinco lucas que no es otra cosa que un combinado de locro, arroz chaufa, huevo a la rusa y carapulcra. Alucinante, explosivo, ya no ya. Algunos de mis amigos, no diré quiénes, se pidieron dos platos. Claro, porque cada plato tenía la mitad del diámetro de uno normal de segundo en la cocina de mamá, pero un cerro de comida encima que merecía le pongan en la cima un moldadiente con un papelito pegado a modo de minibandera.

Si vieran a Germán comer, entenderían de qué les hablo. El hombre, un fotógrafo nunca bien poderado de El Comercio, se convirtió, como siempre que tiene cubiertos en la mano, en una aspiradora. Yo, con mi comida de pyrex (un guisito de pollo y pimentón, arroz y papá) más mi ocopa, estaba satisfecho y, contra mi costumbre, esta vez no fui el último en terminar de comer.

Cuando nos despedíamos del Chino Muerte -su cara de piedra ya era un solo de risa después de que le contamos las historias partidoras de Canelo (cuidado, a Pedro no le presenten a sus muñecas, novias, amigas cariñosas y demás... no te piques Pedro, sabes que te estimo... no, mentira, Pedrito no mata ni una mosca, todo es leyenda y puro floro de parte suya, creo)-, el buen Canelo le daba los últimos lampazos a su postre. Porque sí, insaciable, se había pedido un postre.




Todos salimos más llenos que embarazada primeriza y mientras caminábamos de vuelta al diario, pensaba en el ingenio peruano, en la habilidad nacional de transformar en producto estrella cualquier cosa, en los platos de siete colores y en cómo michi se llama de verdad el Chino Muerte. ¿Alguien puede develarme el misterio e invitarme un platillo en ese huarique de buena muerte?

6 comentarios:

Ahmed dijo...

El chino muerte es uno de los lugares más visitados no solo por los oficinistas y trabajadores del centro de Lima. Es además uno de los lugares más asiduos de Gastón Acurio. No es broma, recomendado ciento por ciento. Eso sí después de eso sería bueno tomarse la emoliente caliente y no la chicha morada porque si se eres de los que se te baja la presión corres el riesgo de quedar ahi nomás.. ha pasado.
Ahmed

Anónimo dijo...

Suculento post
Y por favor, repite el plato

M.

PD. Me parece o es un combo dos x uno: la crónica de una muerte (gastroenterocolítica) anunciada y un perfil (del sin perfil) Pit Canelo.
Como sea, vale leerlo

Anónimo dijo...

Para eso haces blog.... para escribir huevadas!!!! Viva la "Tía Veneno" y su sanguchón!!! Una panacea, un bálsamo, el verdadero Santo Grial: te afloja cuando estas trancao y te tranca cuando esta con Wanchope!!!

JVC: El problema es cuando estas bien de salud porque ahí si que te tumba!!!!

Pedro Canelo: dijo...

Luciano Di Nole!!!

Te acepto todo..pero...florero yo? cuándo?????

Buaaaaa soy un poco floro....

Me deprimí..chauuuu

Anónimo dijo...

q miedooo :p

naa :)

Luciana

Anónimo dijo...

El Chino Muerte trata de conservar los estandares de calidad que le permite un platillo de cinco soles. La limpieza y el servicio corresponden, ni mas ni menos, a lo que uno saca de su bolsillo. Y sí Lucho, muchas veces acudir al Chino Muerte resulta necesario a fin de evitar el comedor de El Comercio, que lo unico bueno que tiene es la Inca Kola.
¡Larga vida, Chino Muerte!

Elkin